La diferencia entre la escritura del presente inmediato y la del pasado es más radical todavía que la que existe entre el relato de lo visto y vivido y el de lo imaginado. “El tiempo también pinta”, dice Goya. El tiempo, según Marguerite Yourcenar, también es un gran escultor, porque simplifica y mejora con su desgaste las estatuas antiguas. Pero lo que mejor hace el tiempo es escribir. El tiempo es un editor eficiente y sin escrúpulos que suprime de la memoria la mayor parte de lo realmente sucedido, y lo que selecciona como valioso lo organiza en un relato que conduce, como en las novelas, a la culminación inevitable del momento presente. Eres la novela que te vas contando a ti mismo mientras estás despierto, intercalada por las narraciones insensatas de los sueños. Por muy bien que recuerdes o creas recordar algo, lo estás viendo siempre a través del conocimiento de lo que vino después. La única memoria verdadera, nos enseñó Proust, es la involuntaria: solo en ella brilla un instante del pasado con la inmediatez de lo que está siendo vivido.
