(…) Así, toda la gente lee hoy todo volando, lo leen todo y no conocen nada. Yo entro en un libro y me establezco en él en cuerpo y alma, tiene que imaginárselo, en una o dos páginas de un trabajo filosófico como si penetrara en un paisaje, una naturaleza, una formación estatal, un accidente terrestre si se quiere, para penetrar a fondo en ese accidente terrestre con todas mis fuerzas y no sólo a medias y queriéndolo a medias, investigarlo y luego, una vez investigado con toda la minuciosidad disponible, deducir el todo. El que lee todo no comprende nada, dijo. No es necesario leer todo Goethe, todo Kant, ni tampoco es necesario todo Schopenhauer; unas páginas del «Werther», unas páginas de las «Afinidades Electivas», y al final sabremos más sobre esos dos libros que si los hubiéramos leído del principio al fin, lo que en cualquier caso nos privaría del placer más puro. (…)
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( Maestros antiguos)