Cuando Georges Perec hizo el gamberro con los archivos científicos

Georges Perec en Francia, 1978.LOUIS MONIER (GAMMA-RAPHO VIA GETTY IMAGES)

Poca gente sabe que el autor trabajó en el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia como documentalista, creando un sistema de indexación para organizar el fondo de publicaciones

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La vejez. Marguerite Yourcenar

Me atreveré a decirle que no pienso tanto en la vejez. Nunca creí que la edad fuera un criterio. No me sentía particularmente joven hace cincuenta años (cuando tenía veinte, me gustaba mucho la compañía de gente mayor), y no me siento vieja hoy. Mi edad cambia y siempre ha cambiado de hora en hora. En los momentos de cansancio tengo diez siglos; en los momentos de trabajo, cuarenta años; en el jardín, con el perro, tengo la impresión de tener cuatro años.

Marguerite Yourcenar

(Carta a Jeanne Carayon)

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Paul Auster, el inventor del azar. Eduardo Lago

Paul Auster, retratado en París en noviembre de 1987.ULF ANDERSEN (GETTY IMAGES)

El escritor estadounidense, fallecido de cáncer en Nueva York, se definía como “un poeta que cuenta historias”. Su gran popularidad en Europa le convirtió en el ideal de escritor de Brooklyn y ‘rockstar’ literario

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Lectura: «La trilogía de París». Colombe Schneck

La escritora francesa Colombe Schneck
 JF PAGA

Agridulces historias parisinas

Colombe Schneck, nacida en 1966, es vástaga del París más acomodado y a la vez ilustrado. El padre, médico; la madre, con estudios universitarios, dedicada al hogar;

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Textos

Prólogo

Creía que era una mujer, algo dulce y encantador que se rinde ante las dificultades. Escribir estos tres libros me ha transformado. Tengo la espalda más fuerte, dos manos para pegar, ay del que se meta conmigo. Puedo ser arrogante, me da igual. Soy importante, como lo son estas tres novelas. Diecisiete años, Dos pequeñas burguesas y La ternura del crol narran mi aprendizaje corporal: este es mi cuerpo vivo, este es mi espíritu vivo, el de una persona única en constante movimiento llamada Colombe Schneck


Diecisiete años

Tengo diecisiete años y tengo un amante. No estoy enamorada, pero tengo un amante. Atravieso el boulevard Saint-Michel canturreando, tengo diecisiete años y tengo un amante, estoy muy contenta. No soy como mi madre, no soy su soledad. Soy yo, una chica que se acuesta con un chico sin estar enamorada. Tengo diecisiete años y tengo un amante. No un novio, no un enamorado, no una relación de adolescente, sino un amante, una relación de mujer. Soy una chica libre.


Dos pequeñas burguesas

De paso por París, la abuela de Héloïse observa los ojos de su nieta y después los de Colombe, y afirma que los ojos de su nieta son más bonitos que los de su amiga. Colombe comprende que no tiene nada que decir a eso.


Está lo que se espera de ellas y lo que ellas esperan. Dos adolescentes educados en el ambiente intelectual burgués parisino. ¿Qué más se puede pedir? Son los años ochenta, François Mitterrand es presidente. El Colegio Alsaciano, aprende chino si a uno le apetece, confía en los hijos. No demasiados deberes, un coto cerrado, algunos becados elegidos por su inteligencia y su capacidad de trabajo. Viajes escolares a Roma y Florencia. Nuestros hijos deben ser felices, cultivados, tener unas oportunidades increíbles. Los jardines de Luxemburgo, la belleza de las avenidas de los perales, los zuecos de Kerstin Adolphson, las hojas de castaño. Estanterías llenas de libros leídos, la ley Veil. Colombe aborta sin ningún problema. En la televisión, las dos ven Apostrophes y el cineclub de Claude-Jean Philippe. Chaquetas de algodón con botones a presión de agnès b. y camisetas de rayas de ciento ochenta francos. Ánimos constantes, proyectos, la elección de sus estudios. A los diecisiete años van a ver juntas El jardín de los cerezos, de Chéjov, dirigido por Peter Brook, en el teatro Bouffes du Nord: aprenden que uno puede perder lo que cree que le pertenece por derecho.


La ternura del crol

Mi primer amor es mi profesora de primero de primaria, Marlène Gauneau, una mujer alta, morena y elegante, con traje sastre gris y blanco. Me llamaba Colombina, mientras que mi madre, la hermosa Hélène, tan púdica, encerrada para siempre entre las paredes del convento donde permaneció escondida durante la guerra, nunca pudo dirigirse a mí con ningún apodo afectuoso. Marlène Gauneau escribe en mi boletín de notas: «Un día Colombe se olvidará de dónde ha dejado su cabeza, o también «Colombe parece frágil, pero es solo una apariencia, ya que es muy decidida». Me quiere a pesar de mis defectos. Yo la quiero sin más.


Tengo dieciocho años y dos novios a la vez que viven en la misma calle. Uno es serio y formal, el otro no tanto. Me digo que tener dos novios es perfecto y normal, pues mi padre hace lo mismo. Siempre ha tenido dos mujeres, mi madre, y otra más joven con un físico muy parecido al de ella. La experiencia de los dos novios acaba mal, por supuesto. No soy mi padre, y lo único que conserva de esa doble vida de solo tres meses es un sentimiento de vergüenza. Me repito a mí misma una y otra vez: qué vergüenza, qué vergüenza.

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Fafner el dragón, Julio Cortázar

«De alguna manera esto será el diario de una rutina de escritor, pero también quisiera ser otra cosa, una confrontación de lo que ocurre mientras se trabaja y que en mi caso es hoy muy diferente qu…

Origen: Fafner el dragón, Julio Cortázar – Calle del Orco

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El día en que Siri conoció a Paul

23 de febrero de 1981. Estoy saliendo con J. del recital de poesía y nos detenemos en el vestíbulo de la 92nd Street Y para hablar de los poemas que acabamos de escuchar. Desde donde estoy me fijo en un hombre atractivo que está parado frente a la puerta. Tiene la cara delgada, los ojos enormes y la boca pequeña y delicada; el pelo casi negro y la piel morena clara. Fuma un puro pequeño, y se encorva dentro de su cazadora de cuero y de sus tejanos azules cada vez que se lo lleva a los labios. Me fijo en que tiene los pies bastante grandes, y también me gustan esos pies. En cuestión de segundos lo he abarcado con la mirada y me siento mareada por la atracción. No recuerdo si J. me ve comérmelo con los ojos y me dice que lo conoce, o si yo le pregunto si tiene alguna idea de quién es. «Es Paul Auster –dice–, el poeta». Nos presenta y los tres vamos en taxi al centro. En el asiento trasero Paul habla de George Oppen, el poeta al que acaba de visitar en California. Me gusta su voz, y me gusta la calidez y la ternura que percibo en ella cuando habla de «George». Entonces no lo sabía, pero ahora me pregunto si no me resultaba familiar lo que oía. Mi padre tenía esa cualidad cuando estaba vivo, y entonces lo estaba. Su voz cambiaba de inflexión cuando hablaba de alguien a quien apreciaba. En el taxi ya estoy enamorada, delirante, embelesada, arrebatada, y estoy tratando de disimular. El hombre que tengo al lado no lo está. Lo veo en sus ojos velados, pensativos.

No le dejo solo ni un instante. En la fiesta solo hablo con él. Hablamos. Hablamos. Paseamos por la calle y hablamos. Nos sentamos en un bar y hablamos. Los ojos hermosos empiezan a enfocar. Me está mirando, me está escuchando. Noto que le gusto.

Son las primeras horas de la mañana y estamos juntos en West Broadway. Estoy muy cerca de él, mirándolo a la cara, pero ahora, después de horas y horas de hablar, no tengo nada que decir. Es tarde. La velada se ha acabado, y volveré a casa y pensaré en él. De pronto él me besa, y es el mejor beso del mundo. Un taxi se para y nos subimos juntos a él.

Poco después leí sus poemas, sus ensayos y finalmente la primera mitad de La invención de la soledad, «Retrato de un hombre invisible». Para entonces ya había muchos libros dentro de mí, pero estos me sorprendieron por su originalidad. Conocí al hombre antes de leer lo que había escrito, pero si no me hubiera entusiasmado su obra como me entusiasmó, o si él no hubiera admirado mi forma de escribir, las cosas habrían cambiado. Nuestro trabajo ha constituido un componente íntimo de nuestra relación amorosa y de nuestros veintitrés años de matrimonio, pero lo que leí no fue entonces, ni lo es ahora, lo que sé cuando estoy con él. Su obra proviene de ese lugar en su interior que nunca llegaré a conocer.

Siri Hustvedt

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Cuaderno de poemas. «Mi vida». Henri Michaux


Te vas sin mí, vida mía.
Ruedas,
mientras yo espero dar un paso todavía.
Siempre libras la batalla en otra parte.
De ese modo, me abandonas.
Nunca te he seguido.
Nada claro vislumbro en tus ofrecimientos.
Lo muy poco que ansío, nunca lo traes.
A causa de ese olvido, ¡es tanto a lo que aspiro!
A tantas cosas, casi al infinito…
A causa de ese poco que falta, que tú nunca traes.

Henri Michaux
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Ventana a YouTube. Dire Straits / Sting – Money For Nothing (Live Aid 1985)

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Vídeo: La diferencia entre el cuento y la novela. Samanta Schweblin.

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Álbum de Bibliotecas en construcción. CCXLXXXV

Biblioteca de Luckenwalde, Alemania

Biblioteca de Manhattan (New York)
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