Cuando alguien reacciona ante un poema, esa reacción es por fuerza voluntaria y consciente. Y la poesía no puede reducirse a cháchara. Incluso las mejores novelas pueden leerse como pasatiempo; incluso la música más extraordinaria puede utilizarse en un ascensor, pero a estas alturas no hay nadie que sepa cómo consumir un poema. Cuando leemos poesía, sólo podemos hacerlo del modo en que su autor pretendía que lo hiciéramos.
