P: ¿Presta atención a lo que dicen los críticos?
R.: No, porque me quedo bloqueado. Naturalmente, no es un comportamiento muy razonable: he descubierto hace poco que las características resistencias freudianas a las confesiones de cualquier tipo, que ponen de manifiesto todos los bloqueos que uno padece los mareos, las náuseas, etcétera, que casi todo escritor ha vivido-, constituyen un patrón para toda clase de actividades creativas. Son simplemente formas de egocentrismo. Y el egocentrismo puede inflamarse muy fácilmente con una buena crítica, y hasta con una mala, para el caso, y entonces sufres un fabuloso bloqueo que te cuesta dos días de trabajo. Pero como cuando necesitas el dinero que cobrarás por ese trabajo no puedes permitirte un solo bloqueo, no leo reseñas a menos que me las envíen. Por lo general le llegan a mi agente, porque le ayudan a vender los derechos en el extranjero. Y quizá les parezca muy solemne que lo diga así, pero creo de veras que tienen una mala influencia sobre uno, y hasta las buenas críticas te hacen sentir un poco avergonzado. De hecho, para mí el mejor régimen es levantarme temprano, insultarme a mí mismo en el espejo mientras me afeito y luego pensar que estoy cortando leña, que en realidad es lo que hago. No sé sI me explico, pero lo que quiero decir es que todo ese rollo junguiano sobre la importancia del propio mensaje y ese tipo de cosas sólo sirven para engordar el ego y que termine interponiéndose en tu camino, convenciéndote de que eres tan condenadamente bueno que casi te da miedo ponerte a escribir de lo buena que es la idea. En cuanto bajas la guardia estás perdido ¿de dónde van a salir los cheques para pagar el gas, la luz y la calefacción del próximo mes?. No puedes permitírtelo.

Lawrence Durrel
Entrevista con Lawrence Durrell (“The Paris Review”. 1953-1983)