Por eso escribo, supongo, porque me gusta recrear la experiencia sensible a través del lenguaje; quiero que el lector toque, huela y sienta que está ahí, intento hacerlo con pocas palabras, dejándole zonas incompletas, como para que su cerebro termine de armar la situación. Hay un dibujo de Picasso donde se ve un ramo de flores, una está muy bien dibujada, las demás son apenas garabatos, pero nuestro cerebro las completa, las vuelve flores perfectas. Picasso nos induce a que lo hagamos, las flores suceden dentro de nosotros, florecen, nosotros las inventamos. Me interesa esa escritura que confía en el lector y arma esa especie de máquina que el lector echa a andar como mejor le parece, a su velocidad, con su propio estilo. Por eso prefiero no indicarle al lector cómo tiene que leer. No me gustan los textos sobreexplicados, la profundidad explícita.
