No existe una droga más fuerte que la poesía. En aquellos años, cuando Cegador, yo me la inyectaba en vena a diario y el efecto era inmediato y devastador. Las drogas químicas, comparadas con Rilke, Lorca, Ezra Pound o Ginsberg, son poetas malos. Cuando tenía 25 años estaba construido, como el hombre de Arcimboldo, sólo de poemas. Había llegado casi a perder el juicio leyendo, releyendo y recitando los poemas que me gustaban. Así como Burroughs sostenía que había experimentado todas las drogas en su propia piel, también yo puedo decir que no existe éxtasis ni agonía que no haya sentido en mi propio cerebro leyendo a los grandes poetas del mundo. Yo también escribí poesía hasta los 30 años, luego empecé a escribir unos poemas más amplios que denominé novelas.
Mircea Catarescu