Las erratas, como es sabido, viven una vida propia y es precisamente esa idiosincrasia la que lleva a estudiarlas con lupa en mano y a preguntarse una noche de iluminación si el misterio de su sigilosancia no está en eso, en que no son palabras como las otras, sino algo que invade ciertas palabras, un virus de la lengua, la CIA del idioma, la transnacional de la semántica…

Julio Cortázar