—Sí, bueno, se ha tratado de quitar la poesía de todas partes, la semana pasada me han preguntado en diversos ambientes… dos personas me han hecho la misma pregunta; la pregunta es: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte?, ¿para qué sirve el sabor del café?, ¿para qué sirve el universo?, ¿para qué sirvo yo?, ¿para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?
—Todo está visto en términos utilitarios.
—Sí, pero me parece que en el caso de una poesía, una persona lee una poesía, y si es digna de ella, la recibe y la agradece, y siente emoción. Y no es poco eso; sentirse conmovido por un poema no es poco, es algo que debemos agradecer. Pero parece que esas personas no, parece que habían leído en vano; bueno, si es que habían leído, cosa que no sé tampoco.
—Es que en lugar de conciencia poética de la vida se propone la conciencia sociológica, psicológica…
—Y política.
—Y política.
—Sí, claro, entonces se entiende que la poesía está bien si se hace en función de una causa.
—Utilitaria.
—Sí, utilitaria, pero si no, no. Parece que el hecho de que exista un soneto, o de que exista una rosa son incomprensibles.
—Incomprensibles, pero van a permanecer a pesar de esta moda desacralizadora y despoetizante, digamos.
—Pero a pesar de eso yo creo que la poesía no corre ningún peligro, ¿no?
—Por supuesto.

La conciencia poética de la vida, como las meigas, ‘haberla hayla, lo difícil es encontrayla’.