P.: Bien. ¿Cómo trabaja? ¿Tiene un horario fijo?
R.: Antes lo tenía; ahora me marco un número de palabras por día.
P.: ¿Cuántas?
R.: Quinientas, pero lo subo a setecientas cincuenta a medida que avanza el libro. Releo el mismo día, vuelvo a releer a la mañana siguiente, y así una y otra vez, hasta que el pasaje ha quedado tan atrás que no incide en el que estoy escribiendo. Corrijo a máquina, pero la última corrección la hago en galeradas.
P.: ¿Corrige usted mucho?
R.: No demasiado.
