Los geniales artistas de mi época -a decir verdad, pertenecientes a la generación de mi abuelo más que a la generación de mi padre- se condujeron de modo tal como si quisieran destruir los géneros artísticos por ellos cultivados. Picasso intenta destruir la pintura; Stravinski, la música; Joyce, la novela; se comportaban como si la historia hubiera llegado a su fin, como si las siguientes generaciones hubieran de ser aniquiladas, como si quisieran privar a las generaciones futuras de la alegría de pintar, de componer, de pensar y de escribir.
