Mircea Cărtărescu – «… A lovely little jewish princess…»
Texto completo acá http://bit.ly/2AYr6Rd
LOS CRÍTICOS DIVIDEN A LOS ESCRITORES de diferentes maneras, por afinidades, por generaciones, por familias espirituales y según corrientes literarias, pero por lo que a mí respecta, también se les podría dividir en escritores que han tenido pocas mujeres y escritores que han tenido muchas mujeres. No voy a entrar aquí en detalles, aunque resultarían significativos: ¿qué representa, pues, tener una mujer, por qué me refiero solamente a escritores varones, qué ocurre con los autores gay, etc.? Reconoces inmediatamente a los escritores que han tenido muchas mujeres en su vida: en sus páginas los personajes femeninos son una especie de autómatas de pelo largo (y rubio), con pechos grandes y posaderas redondas, que vienen cuando los llamas y desaparecen una vez la acción —si la hay— ha llegado a su fin. En ellos el erotismo no es más importante que la gastronomía o una partida de tenis.
En cambio, los que han tenido pocas mujeres (por no hablar de los que no han tenido ninguna, los más infelices de entre ellos) tienen la tendencia delirante a describir en decenas de páginas cualquier detalle de sus sonrisas, restituir cual quier palabra suya, filosofar sobre la feminidad como arquetipo, desarrollar una entera mística alrededor de las grandes diosas del amor y de la muerte. Se refieren, claro, a las pobres dos o tres mujeres con las que han tenido trato como si tuviesen que suplir de esta manera, por la calidad de la escritura, la cantidad deficitaria de experiencia. Por mucho que nos esforcemos, por lo demás, no podremos salir del dilema voicaniano: la metafísica en un extremo del espectro y una parte delicada de la anatomía femenina en el otro.

(A través de «Grupo de Biblioteca Ignoria»)