Los libros se acaban, pero no se agotan. La narrativa es, como el bosque de Macbeth, una materia sumamente movediza. Se desplaza de lugar. Cambia de suelo. No permanece estable durante mucho tiempo. Los primeros lectores del Quijote leyeron un libro distinto del que leemos nosotros; se rieron de lo mismo que ahora nos entristece. La novela que leemos con dieciocho años es diferente de la novela que leemos con cuarenta. Se titula igual, pero es otra. Las palabras se han modificado, los personajes han adquirido atributos nuevos, sus rasgos se han alterado, Electra es ahora más pálida, los episodios cómicos han mutado en melancólicos, o viceversa, un movimiento sísmico ha zarandeado el relato. El corazón de la literatura es un corazón variable.

Sí. La literatura es la complicidad entre el escritor, el lector, y el tiempo, lo que desmiente el egoísmo de tantos autores famosos. Gracias por este hermoso pensamiento con el que comienzo mi día de escritura.