La escritura, por lo común, está reñida con la honestidad. Lo sé por experiencia. Cuando he escrito acerca de mí, o acerca de aquellos que han sido decisivos en mi vida, he deformado la realidad, he aplicado unas gafas correctoras para no mostrar el paisaje en su verdadera circunstancia, sino a través del cristal de la escritura. Que ese cristal haya sido más o menos grueso no viene al caso. Lo importante es que el cristal siempre ha existido.
