Una de las particularidades de la ficción es que ésta no consiste tanto en hacer de observador para los demás sino en despertar a los lectores al hecho de su propia perspicacia, y por eso como lector la mayoría de las descripciones o los devaneos que me gustan no son aquellos que parecen totalmente nuevos sino los que poseen ese espeluznante “Dios mío, yo también me había dado cuenta de eso pero nunca me había parado un instante para expresármelo a mí mismo”.
