Sobre Vladimir Nabokov

Kingsley Amis

 

Qué hijo puta. Ese tipo es un completo galimatías. Representa todo lo que está mal en la mitad de los novelistas estadounidenses y ha jodido a muchos bobos de aquí.

Kingsley Amis

 

 

 

Borges

 

No he leído Lolita y no pienso hacerlo, ya que la longitud del género novelesco no coincide ni con la oscuridad de mis ojos ni con la brevedad de la vida humana.

Jorge Luis Borges

(A través de «Degeneración Literaria»)

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2 respuestas a Sobre Vladimir Nabokov

  1. Resulta divertidísimo recordar que la alergia que Amis le tenía a Nabokov venía ordenada por su filiación al Partido Comunista. Es cierto que cuando comprobó que el comunismo era más riada de sangre que pan para todos (con la invasión de Hungría, entre otros) se desilusionó y protestó en voz alta, pero no es menos cierto que la estructura totalitaria de esa fúnebre ideología le acompañó incluso en su crítica posterior, manchando, condicionando incluso sus reseñas literarias sin ningún pudor. Naturalmente, el sopor ideológico, la “crítica social”, la edificación constante y machacona que los escritores ideologizados confunden con la literatura está a una distancia infinita de alguien que, como Nabokov, padeció la miseria ideológica y material constitucional al comunismo hasta tener que huir de Rusia para salvar la vida de las bondades que traía el Partido.

    Hoy en día, sin ir más lejos en España, esa movilización se ha adherido una vez más a la literatura (en realidad, a todo). No hay más que dar un somero repaso a los latiguillos con los que cualquier juntaletras de provincias gana crédito “literario», todos y cada uno de ellos copiados del ideario, del soso ideario político del progresismo en cualquiera de sus variantes. Pero de literatura de alto vuelo, de cuidado estilo, de eso anda España más bien escasa, y cualquier manifestación de una tal naturaleza es perseguida con criterio… ideológico. Lo que no debe ser un obstáculo a la hora de, como hizo Nabokov, reírse abiertamente de las prietas filas de los escritores al servicio de la hoz y el martillo, de su aroma policial y unificador, negador de toda singularidad, de todo genio, de todo lo que no sea sumisión al dudoso, feo, falso diosecillo de la comunidad, que el socialismo, en cualquiera de sus variantes, confunde con El Partido.

    Así pues, con Nabokov, vaya mi sonrisa para Amis, y un poco también para Borges, que de sumisiones ideológicas zurdas también entendía lo suyo. Pero sobre todo, vaya esa piadosa sonrisa paras las obligaciones ideológicas a las que se someten con tanto gusto como esperanza los aspirantes a literatos de hoy en España, siempre a la caza de una subvención sin la cual, no se cansa de gritarlo, no pueden escribir “con dignidad”.

    Con afecto,
    José Antonio Martínez Climent

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