Esa niña que tan cruelmente agoniza entre muñecas y cortinas y aroma de flores en el piso humillado.
Esa niña de pelo mojado en transpiración y ojeras profundas como jardines quemados de la Segunda Guerra.
Esa niña que rima débilmente palabras absurdas con las pupilas fijas en los pliegues de la cama demasiado grande.
Es la vida, compañeros, que lánguidamente nos da la espalda como no queriendo despedirse.
Roberto Bolaño