[…] Pero he pensado a menudo en usted durante estos días de fiesta, y me he representado cuán tranquilo debe estar en su aislado fortín, entre áridas montañas, sobre las cuales se precipitan aquellos grandes vientos del sur como si quisieran engullirlas a grandes trozos.
La calma debe ser inmensa donde tales rumores y movimientos tienen cabida, y cuando se piensa que a todo ello se agrega todavía la presencia del apartado mar, resonando, acaso, como el tono íntimo en esta prehistórica armonía, sólo puede uno desear que, lleno de confianza y paciencia, deje usted obrar en su ser la grandiosa soledad; ella no se borrará más de su vida […]
El arte mismo no es más que una manera de vivir, y puede uno prepararse para él viviendo de cualquier manera, sin caer en la cuenta. En toda realidad se está más cerca de él que en las profesiones irreales, seudoartísticas que, dándonos la ilusión de estar cerca del arte, prácticamente niegan la existencia todo arte y lo dañan, como por ejemplo lo hace el periodismo en pleno, y casi toda la crítica y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura. En una palabra, me alegro de que haya usted salvado el peligro de llegar a eso, y de que esté solitario y animoso en una ruda realidad. Quiera el año que se aproxima conservarlo y afirmarlo en ella.
Siempre, su

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