SOBRE ROBERT WALSER (1878-1956)
En la mañana inmaculada del martes 25 de diciembre de 1956, mientras se divertían jugando en el cantón suizo de Appenzell Rodas Exteriores, unos niños se toparon con el cuerpo de un hombre tendido cuan largo era sobre la nieve.

Las huellas que conducían al cuerpo se detenían poco antes de llegar a este, como si quien las dejó hubiera optado por alzar el vuelo.

Similar a un signo de admiración plasmado al final de una larga frase invernal (!), el cadáver, se revelaría después, pertenecía a un escritor llamado Robert Walser, que llevaba veintitrés años internado en el manicomio de Herisau, la capital de Appenzell Rodas Exteriores.

A partir del internamiento contra su voluntad en 1933, Walser renunció a la literatura y dejó que su mente se volviera una página en blanco. “No vine aquí para escribir sino para volverme loco”, recordaría un amigo que le dijo Walser en una de sus visitas al manicomio de Herisau.

Hay quienes dicen que locura y escritura van de la mano. Hay quienes lo han demostrado con creces. Robert Walser quiso cuestionar ese binomio, ese paseo entre una y otra, de una a otra.

Paseo: una acción que acompañó fielmente a Robert Walser, como escritor y a través de su escritura. Vagar por la mente, vagar por la página: perderse para siempre en la nieve que cae con inusitada levedad desde lo alto del tiempo.

A Robert Walser le gustaba deambular por los alrededores del manicomio de Herisau. Su figura se recortaba contra el cielo moteado de nubes como un jeroglífico que nadie jamás consiguió descifrar.

Jeroglíficos: eso semejan los microgramas que Walser, luego de anunciar su renuncia a la literatura, ideó para seguir escribiendo. Inscritos durante ocho años en más de 500 superficies de papel de diversos tamaños, los microgramas revelan una mente rendida a un paseo tumultuoso.
Como todo buen narrador, Walser sabía mentir bien. Ocultó la escritura ejercida durante más de dos décadas tras una caligrafía que tardaría en interpretarse. Huellas de tinta que guían a una literatura escondida en plena página. Huellas de pies que llevan a un cuerpo en la nieve.

Imaginemos lo siguiente: los niños que localizan el cadáver de Robert Walser se concentran en el sombrero que yace derribado, vencido, junto a la cabeza. ¿Quién, se preguntan los niños, usa sombrero cuando va de camino a la muerte?

¿Quién sale a pasear el día de Navidad vistiendo de luto como si fuera a asistir a los funerales del invierno y no a celebrar el nacimiento de un niño en un pesebre?

En el interior del sombrero hay una repentina agitación que lo hace parecer a punto de cobrar vida propia. Surge de pronto un ave pequeña dispuesta a echarse a volar hacia el cielo límpido: una de tantas ideas aéreas que pueblan las páginas del eterno paseante Robert Walser.

Testimonio invaluable de la errancia de Robert Walser es este libro escrito por su amigo y confidente Carl Seelig y publicado en español por @edicionesiruela.

En su bello ensayo sobre Robert Walser, W. G. Sebald (1944-2001), alma gemela del autor suizo, escribe: “Las escenas que nos han llegado de la vida de Walser son tan lejanas que realmente no puede hablarse de una historia o de una biografía; más bien, me parece, de una leyenda.”
Prosigue W. G. Sebald: “[La prosa de Robert Walser] tenía la cualidad de disolverse al ser leída, de forma que sólo unas horas después de su lectura apenas se podían recordar los personajes, acontecimientos y cosas efímeras de que se había hablado.”

En 1995 los hermanos Stephen y Timothy Quay, cineastas peculiares donde los haya, lanzaron “Institute Benjamenta, or This Dream People Call Human Life”, enigmática cinta inspirada en una de las obras maestras de Robert Walser: “Jakob von Gunten” (1909).
Un ensayo magnífico sobre Robert Walser (vía @amadonegro): https://bit.ly/3mHNlWS.
Gracias a él acabo de adquirir la primera y hasta ahora única biografía del escritor suizo: "Clairvoyant of the Small: The Life of Robert Walser" (2021), de Susan Bernofsky.

Originally tweeted by MMFigueiras (@LitPerdida) on 18 abril, 2023.
Sin duda, la escritura no dista mucho de la locura. Desnudarse el alma es un oficio de locos.