Querida Henrietta, ya que tuviste la deferencia de preguntarme por qué dejé de escribir, voy a tratar de responderte lo mejor que pueda. En los viejos tiempos, mis pensamientos eran como pequeñas chispas que brotaban de la penumbra de mi conciencia; yo los transcribía y, página tras página, brillaban con una luz que yo llamaba mía. Sentado ante mi escritorio me asombraba ante lo que estaba sucediendo. Hasta cuando veía que las luces se esfumaban y mis pensamientos se convertían en tenues evocaciones insignificantes, yo seguía asombrado ante el crepúsculo de tanta promesa. Y cuando desaparecían, como inevitablemente ocurría, estaba dispuesto a empezar de nuevo, dispuesto a sentarme en la oscuridad durante horas a esperar aunque más no fuera una simple chispa, aun sabiendo que no arrojaría casi nada de luz. Lo que entonces no entendía, y lo que ahora entiendo demasiado bien, es que las chispas traen con ellas el deseo de ser liberadas de la carga de tener que brillar. Y es por eso que ya no escribo, y es por eso que la oscuridad es mi libertad y mi felicidad.
Mark Strand
(A través de Isaías Garde)