P.: Entonces, ¿niega la validez de la técnica?
R.: En absoluto. A veces, la técnica irrumpe y se pone al mando del sueño antes incluso de que el escritor se haya sentado a su escritorio. Ése es el verdadero logro. Terminar el trabajo es una mera cuestión de ir colocando los ladrillos meticulosamente, puesto que el autor, probablemente, ya tiene en la cabeza todas y cada una de las palabras del libro antes de escribir la primera línea. Eso fue lo que me ocurrió con Mientras agonizo. No fue fácil, pero ningún trabajo honesto lo es. Lo que facilitó las cosas es que ya tenía todo el material a mano. Sólo me llevó seis semanas escribirlo, aprovechan- do los pocos ratos libres que me dejaba un trabajo físico con jornadas de doce horas al día. Lo que hice fue, sencillamente, imaginar a un grupo de personas y someterlas a las catástrofes universales básicas -el fuego y las inundaciones—, con una trama sencilla y natural que les diera una dirección a sus evoluciones.

(«The Paris Review». Entrevistas 1953-1983)