La posición de la literatura es muy ambigua. Es ella -suele serlo- la reina de la cultura, la gran dama, la gran experiencia, revelación y temblor, pero con una facilidad pasmosa cae de estas cumbres para convertirse en pasatiempo, en jeroglífico, en exhibición de destreza verbal. A veces en la creación de un poeta eminente puede encontrarse una recaída en la lengua, en la retórica, en la palabrería incluso.
