De los Diarios de Rafael Chirbes

18 de enero de 1992. Como me derrumbo y empiezo a pensar una vez más que esa idea de que puedo llegar a ser escritor es una fantasía de ególatra, vuelvo a la modestia de estos cuadernos, que no son para nadie, que no compiten con nadie. Ni están al albur del juicio de nadie. Ellos con ellos mismos, y yo a solas conmigo. Es de noche. Ordeno perezosamente ―sin prisa pero sin pausa― los libros en unas estanterías que me han hecho recientemente. Me aplasta el peso de todos los libros leídos o a medio leer. Con qué poco provecho, pienso. Desde hace algún tiempo, me encuentro cansado, enfermo (una vez más). Hay que ver qué agonía más larga nos muestra usted, joven: pasan decenios y todo sigue por el estilo, sin un clavo al que agarrarse, en su perpetua mala salud, y preparándose para unos novísimos que se acercan: silencio y osario. Y mucha dosis de oscuridad.

Rafael Chirbes
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