Conmover, perturbar, incluso irritar. Un libro que no logre ninguna de esas tres cosas no me interesa.

Para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer.

Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida.

Desvelar ese misterio y esa fosforescencia que se hallan en el fondo de toda persona es cometido del poeta y del novelista, también del pintor.
