Tenía versos escritos en los dedos y en la palma de la mano, poemas escritos con tinta en el pijama y en las sábanas. Asustado, me dirigía al espejo del baño, donde podía verme de cuerpo entero: tenía poemas escritos con una aguja en lo blanco del ojo y poemas escritos en la frente. Tenía la piel minuciosamente tatuada con una escritura a mano que solo yo podía interpretar.
