Hablemos por un momento de ti (lector), que lees estas líneas. Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos, te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante, aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista hileras de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso, mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu interés o tu aburrimiento. Has creado una realidad paralela parecida a la ilusión cinematográfica, una realidad que depende solo de ti. Tú puedes, en cualquier momento, apartar los ojos de estos párrafos y volver a participar en la acción y el movimiento del mundo exterior. Pero mientras tanto permaneces al margen, donde tú has elegido estar. Hay un aura casi mágica en todo esto.

(Leído en El infinito en un junco. Irene Vallejo
Esta entrada es una especialmente bonita sorpresa para mí, que acabo de recibir como regalo de Reyes ese volumen de Irene Vallejo (ocupaba un lugar preeminente en mi ya escueta lista de presentes, en la carta dirigida a Oriente).
Este libro es un homenaje a todos los objetos grafico-mágicos dignos de ese nombre, que son muchos. Por ello, cualquiera que los aprecie podría estar interesado.
Estoy disfrutando con el libro como hacía tiempo no lo hacía
¡Cómo me alegro de leer eso!
Algo me dice que es un libro destinado a perdurar, que esa era la intención de su autora, a parte de enseñar deleitando, que una cosa es compatible con la otra, ya se sabe