Ninguna obra, como ningún ser viviente, puede aspirar a no envejecer y a que no la superen. Tiene el lenguaje, el gusto, la visión y aún los prejuicios y errores de una época. Inevitablemente pasará junto con ella. Pero si es una «obra maestra» enseñará, será un ejemplo de lo que debe hacerse no como repetición de lo irrepetible sino con otros temas, otros medios, otras intenciones.
