Quien al anochecer se haya detenido alguna vez delante de la puerta de cualquiera de las grandes bibliotecas europeas, sin duda habrá visto abandonarla a unos jóvenes arrobados por la lectura de la poesía y la filosofía e incapaces de percibir el mundo material. Estos jóvenes andan como ciegos y con la torpeza de los ciegos se adentran en la ciudad llena de crepúsculo. Algunos morirán pronto, atropellados por un coche o un tranvía. A otros los detendrá la policía por obrar contra el sentido común y constituir una amenaza para los peatones más normales. También habrá quienes caminen durante mucho, mucho tiempo —la marcha de Gottfried Benn duró setenta años—, tropezando con dos guerras mundiales, el Tercer Reich y el bloqueo de Berlín, pero ni siquiera estos terribles obstáculos serán capaces de frenarlos.
Adam Zagajewski