Los escritores no podemos evitar ser lectores sesgados, deformados. Todo lo que leemos nos acaba nutriendo y afectando. En la época de aprendizaje eso llega a asustar, porque entonces estás buscando tu propia voz y te sientes muy pequeño. Te puede pasar con Borges o con Pessoa, cuyos libros tienes que cerrar cuando estás empezando a escribir porque si no te acabas convirtiendo en un imitador. Y en ese grupo yo metería también a Lorca, de quien me interesa todo: su biografía, su poesía, sus circunstancias históricas y políticas. Con él he tenido que hacer verdaderos esfuerzos para no imitarlo. Pero, repito, eso suele pasar en etapas de formación. Una vez superada esa fase, hasta se llega a desear el contagio. Lo peligroso es adoptar una voz en particular, convertirse en un epígono, pero la mezcla de voces, de influencias, es muy positiva, porque con todas ellas uno se acaba fabricando su propio Frankestein…
Andrés Neuman