Es evidente que no todo el mundo tiene que ser poeta. Pero hay una ley secular que reza así: si el tejido indefenso de la realidad se le revela a alguien en un doloroso instante de iluminación, este alguien, elegido y al mismo tiempo condenado por el destino, no puede nunca eludir su vocación. Ha dado con el rastro de lo que hay de divino en el mundo y este descubrimiento lo marca para toda la vida. Oh sí, puede que vague meses y años enteros por ciudades y países sin oír ni ver nada, pero no renunciará a la posibilidad de curarse en un futuro. En su vida ya no hay lugar para la libertad ni para la búsqueda. La búsqueda sólo puede tener un objetivo: el camino de vuelta al paraje fértil, a la plenitud de la visión. Ésta es la fidelidad fundamental del poeta. Y es posible encontrar una fidelidad análoga en todos los demás oficios, en todas las vocaciones.
Adam Zagajewski