En octubre de 1921 Kafka entregó sus cuadernos a Milena. (“¿Has encontrado en el diario algo decisivo contra mí?”). Lo mismo hace Tolstói con Sofia, su futura mujer (y ella nunca se lo perdona), y también Nabokov con Véra. En distintos momentos Pavese piensa en esa posibilidad (“Lo escribo para que ella lo lea”). En mi caso, quienes han vivido conmigo no sólo leen estos cuadernos sino que además escriben en ellos. Unas veces hay precisiones sobre el contenido (en realidad pasamos la noche en el tren) y otras sobre la forma (¡qué sintaxis espantosa!). Nunca escondo estos cuadernos porque no hay nada que esconder. Y quien los interviene sólo quiere hacer saber que los ha leído.
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