Alejandra trabajaba en la pizarra sus poemas con la mecánica de un escultor. Necesitaba, en la primera fase del poema, aquel formato enorme sobre el que escribía frases y más frases, océanos de verbos y sustantivos, que luego desmontaba lentamente hasta alcanzar la desnudez total del verso, la sequía. En ese momento, el núcleo que sobrevivía a la destrucción se copiaba, transparente y sutil, a cuadernos. Su mecánica estaba profundamente influida por el psicoanálisis, lo que la llevaba a reducir el poema al máximo, hasta alcanzar «lo mínimo». A menudo recitaba el verso de Michaux que definía el procedimiento literario: «El hombre, su ser esencial, solo es un punto». Fue Cortázar, en una noche de París, el que mejor desentrañó sus versos.
Juan Tallón. Fin de poema