Siempre que me pregunto qué sea la poesía acabo recordando las palabras de San Juan de la Cruz: «y déjame muriendo / un no sé qué que quedan balbuciendo». Esa estela de cometa, esa «pequeña muerte» que viene del no sé qué, esa indefinición me acercan al concepto de poema. Un poema es una posibilidad y un balbuceo, un desconocimiento y, al fin, una inexperiencia. Escribimos lo que no sabemos, lo que desconocemos, su peligro y su bondad. Así creamos: desde la inexistencia, desde la ausencia del lenguaje, desde la inexperiencia. Desde el no existir y el no saber, el lenguaje crea, inaugura el mundo. El poema no describe la experiencia del mundo: es un mundo propio recogido en ámbar, un microcosmos, un nuevo borde de lo real. No haber sabido es la primera de las condiciones para saber. Nos atrevemos a saber, nos atrevemos a decir qué es manzana como por primera y única vez. Con los ojos abiertos, con las palabras abiertas de esta inexperiencia esencial se abre —desde el poema— la realidad.
Andrés García Cerdán
Artículo completo en: Oculta | La poesía del desconocimiento: hacia un cántico cuántico