Siempre he creído (aunque a veces me he avergonzado de creerlo) que lo sustancial de la literatura es la vida, lo que nos pasa, lo que sentimos o dejamos de sentir. Las palabras son ni más ni menos que la forma que tenemos de llegar a todo eso, de tratar de convertirlo en arte, pero a la hora de ponerse en marcha lo importante son las vísceras. El corazón, los intestinos, los sesos. […]
[…] la literatura que está comprometida con el riesgo, la literatura en la que el autor se expone de verdad a recibir una cornada que toque sus huesos. Para eso hace falta sinceridad. Incluso cuando todo lo que se escribe es inventado, el autor tiene que mostrar en ello sus grietas. Lo demás es floreo verbal, literatura en el mal sentido de la palabra.
Luisgé Martín