En «El corazón de las tinieblas», de Conrad (traducción de Miguel Temprano) se nos cuenta que el rostro de una mujer «tenía un feroz y trágico aspecto en el que se mezclaban un enorme pesar y un sordo dolor con el temor hacia alguna decisión a medio formular que luchaba por abrirse paso». Esa expresión facial imposible sólo existe a nivel del lenguaje. Dudo que ni siquiera la actriz de más talento fuera capaz de aparecer feroz, trágica, apesadumbrada, herida, temerosa y decidida al mismo tiempo. Un Oscar se quedaría corto para premiar una actuación semejante.
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