Lectura: «Aflicción», de Russell Banks

Con «Aflicción», una novela inolvidable que ha sido comparada con una tragedia griega, damos a conocer en España a uno de los mejores escritores norteamericanos contemporáneos, Russell Banks.Esta es la historia de la extraña conducta criminal de mi hermano mayor y de su desaparición -comienza el narrador, Rolfe Whitehouse-. Nadie me ha incitado a revelar estas cosas, nadie me ha pedido que no lo haga. Wade Whitehouse tiene algo más de cuarenta años, se ha separado de su mujer y en el proceso de divorcio ha Russell Banks. Aflicciónperdido su casa y la custodia de su hija. Malvive de diversos trabajos públicos y privados realizados al servicio del cacique de Lawford, la pequeña ciudad de la que, a diferencia de su hermano Rolfe, nunca consiguió escapar. Todos los meses de noviembre, Lawford se transforma en un campo de batalla, donde los cazadores llegan desde los más remotos lugares del estado y se lanzan contra los ciervos -en ocasiones, las balas perdidas han acabado con la vida de algún hombre-, y el eco de los disparos resuena en todas partes. Y es en dos semanas de un noviembre cuando transcurre la novela, y Wade, envuelto en una espiral de desdicha y violencia creciente, llega al punto sin retorno en el que la muerte -propia o ajena- es el único acto posible.

(Contraportada de la editorial Anagrama)


 

Textos

Ésta es la historia de la extraña conducta criminal de mi hermano mayor y de su desaparición. Nadie me ha empujado a revelar estas cosas; nadie me ha pedido que no lo haga. Los que le queríamos, simplemente ya no hablamos de Wade, ni entre nosotros ni con nadie más.

[…]

Imaginemos que hacia las ocho de la noche de esta víspera de Halloween pasa frente a Toby’s a buena velocidad, procedente de la desviación de la autopista interestatal y en dirección al pueblo por la Route 29, un Ford Fairlane verde claro de hace ocho años con una luz azul de la policía en el techo. Figurémonos que el conductor es un hombre moreno de facciones cuadradas que lleva una gorra de agente municipal. Tiene un atractivo convencional, pero nada extraordinario: si fuese actor, haría el papel del honrado pero testarudo jefe de ovejeros en una película del Oeste de los años cincuenta sobre la guerra de los pastos. Sus ojos, castaños y hundidos con arrugas a los lados, son los ojos de una persona que trabaja al aire libre; tiene la nariz pequeña y ganchuda, estrecha en el puente, con grandes y anchas aletas. Representa su edad, cuarenta y un años, y aunque de boca pequeña, labios finos y rectos y delicada barbilla de adolescente, la parte inferior de su rostro, teñida de gris por una sombra de barba formada desde las cinco de la mañana, tiene la leve carnosidad de un hombre sano y atlético que trabaja mucho y bebe demasiada cerveza.

Sentada a su lado va una niña de pelo como fibra de lino y la cara tapada con una máscara de plástico en forma de tigre. Es evidente que el hombre tiene prisa, y habla a la niña con gestos resueltos mientras conduce. La niña aparenta unos diez años.

[…]

De pronto lamentó haber parado en el restaurante y no estar en la carretera quitando nieve, solo, helado y perdido en sus sueños. La inquieta mirada de Margie, la expresión un tanto perpleja de Frankie y la actitud expectante de Chick le resultaban demasiado incómodas y familiares. Los demás habitaban un mundo; él estaba en otro. Y la distancia entre ambos universos producía en los demás preocupación y perplejidad, despertando su curiosidad hacia él: porque él vivía solo en su mundo y ellos compartían el otro.

Encendió el cigarrillo y vio que le temblaban las manos. Mira qué cabronas, tiritando como perrillos helados de frío que imploran a la puerta de casa que les dejen entrar. Wade se sintió frágil, a punto de hacerse añicos. Cuando tenía dieciséis años sintió por primera vez esa especie de fragilidad, y desde entonces la redescubría de pronto sin causa aparente.

[…]

Tanteando en la oscuridad debajo del banco de trabajo, cogió la lámpara de petróleo. Permaneció de pie ante el cadáver de su padre como un sacerdote que bendice la hostia, desenroscó el tapón de la base de la lámpara y vertió el petróleo sobre el cadáver, desde los zapatos al pecho y por las manos, el rostro y el pelo, hasta vaciar el depósito. Fue al extremo del banco y miró el cadáver desde los pies. Tenía el mechero en la mano: lo encendió y lo extendió despacio hacia adelante, sosteniéndolo como si ofreciera una vela, y al instante el cadáver se envolvió en un sudario de llamas amarillentas. Tambaleante, Wade retrocedió unos pasos y vio cómo la ropa se prendía fuego y el pelo y la piel resplandecían como oro en el azulado y amarillo cerco de las llamas: el fuego serpenteó por el banco manchado de aceite, saltó a las viejas tablas de la pared, resollando y crepitando, el aire se ennegreció de humo y se llenó del seco y rancio olor a carne quemada. La pared posterior del establo ya estaba ardiendo, y el banco y el cadáver eran una pira alimentada por el viento que soplaba a espaldas de Wade; el calor subía en estrepitosas y grandes oleadas contra su rostro, obligándolo a retroceder paso a paso, cada vez más cerca de la puerta. Y de pronto se encontró fuera, a la luz, en un campo de nieve reluciente con los oscuros árboles detrás y, encima de él, una inacabable extensión de cielo azul y el sol: un disco plano, frío y blanco como el infinito.

Russell Banks  Russell Banks. Aflicción. Anagrama.

 

 

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6 Responses to Lectura: «Aflicción», de Russell Banks

  1. Avatar de Jordi Jordi dice:

    Inencontrable en librería, tio miguel

  2. Avatar de jordi jordi dice:

    No olvidar : el texto va con el contexto.

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