Joan Margarit: «Nuevas cartas a un joven poeta», 5. Entender un buen poema. II

La claridad del poema

Con respecto a como tiene que ser la poesía, yo diría que un poema ha de entenderse, que lo que no puede ser es que a una persona que lleve años leyendo -leyendo lo que sea: poesía, novela, ensayo o la prensa- se le diga que no podrá entender un poema porque la poesía es difícil. Este problema no se había dado nunca hasta que surgieron las vanguardias con el propósito de romper, no sólo con su pasado, sino también con lo que al principio del siglo XX era el presente. Así surgieron en la pintura rostros y paisajes que no pertenecían a ningún modelo real y, en literatura, textos escritos de manera que parecían pertenecer a lenguas y gramáticas desconocidas. […] El arte se enriqueció con el descubrimiento de nuevas formas de expresión que los poetas aplicaron enseguida a sus obras. Sin embargo, al mismo tiempo, surgía la posibilidad de una poesía que no decía nada y que tenía que admitir en nombre de los postulados de la época como testimonio de una actitud revolucionaria. […]

A mí me parece que sólo es válida la poesía que se entiende. Ahora bien: qué quiere decir entender? Me remito a lo que he dicho: las personas que han leído un buen poema ya no son las mismas que antes de leerlo. Esta sensación significa que se ha «entendido» el poema. Significa que el lector está en disposición de pensar sobre él y de continuar leyéndolo, interpretándolo sin necesidad de ningún don ni ninguna situación previa especiales. Casi siempre que un poema resulta ser para alguien un búnker inaccesible, la culpa es del poeta.

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