INTRODUCCIÓN
Tenía veinte años cuando leí por primera vez las «Cartas a un joven poeta» de Rainer Maria Rilke. En ellas aprendí algunas verdades, sobre mí mismo y sobre la poesía, que me han acompañado siempre.
[…] No sé cuanto tiempo necesité para comprender las «Cartas» de Rilke, pero sé que ya fueron un refugio seguro durante la travesía de mi personal desierto poético.
El límite de la poesía
[…] Hay otra cuestión sobre la que tampoco querría confundir a los lectores: el límite de la poesía a la que me refiero -y para mí valdría también para las otras artes- es el de la emoción. Quiero decir que no me interesa el poema que no contribuya a hacerme mejor persona, a procurarme un mayor equilibrio interior, a consolarme, a dejarme un poco más cerca de la felicidad, sea lo que sea lo que signifique ser feliz.
El lector de poesía
[…] No creo en el arte sin esfuerzo, ni en que sea suficiente esforzarse para escribir un buen poema. En cambio, pienso que incluso alguien que haya leído poco -ni que sea sólo la prensa- se puede convertir en un buen lector de poesía. Pero esto no quiere decir que para leer un buen poema basta el mismo esfuerzo, la misma tensión, la misma atención, que para leer la prensa. Como en todos los aspectos importantes de la vida, en poesía tampoco se regala nada.
Joan Margarit. Nuevas cartas a un joven poeta