Afrontar la realidad
En el realismo uno afronta los hechos en los que se funda el mundo: la realidad que destroza de pronto el idealismo, que le hace papilla. Lo que hace desdichada la vida de la mayoría de la gente es su sueño malogrado, un ideal irrealizable o mal concebido. De hecho, cabría decir que el idealismo es la perdición del hombre: si afrontáramos la realidad, como nos les queda más remedio que hacer a los hombres primitivos, nos iría mejor. Para eso estamos hechos, ya que la naturaleza tiene poco de romántica: somos nosotros los que introducimos en ella los ideales. […]
La metáfora
Una metáfora es un vicio que atrae a las mentes romas por lo que tiene de acertado y repele, en cambio, a las mentes demasiado serias por lo que tiene de falso y peligroso. […]
El Dios de la creación
La forma narrativa ya no es puramente personal. La personalidad del artista se diluye en la narración, fluyendo alrededor de los personajes y de la acción como las olas de un mar vital. […] Se llega a la forma dramática cuando la vitalidad que ha ido fluyendo y arremolinándose alrededor de todos los personajes los llena de una fuerza vital tan grande que cada uno de ellos cobra una vida estética propia e intangible. La personalidad del artista, al principio un grito o un ritmo o un estado de ánimo, y más tarde una narración fluida y superficial, se utiliza hasta desvanecerse de la existencia; se vuelve impersonal, por así decir. La imagen estética en la forma dramática es la vida purificada en la imaginación humana y proyectada por ella. El misterio de la estética, como el de la creación material, se ha consumado ya. El artista, como el Dios de la creación, permanece dentro o detrás o más allá o por encima de su obra, invisible, indiferente, limándose las uñas.
