Joyce. Estilo literario III

Los olores de la literatura

Para crear literatura, un país tiene que tener cierto olor. ¿Qué es lo primero que uno percibe cuando llega a un país? Su olor, que da una idea exacta de su cultura y penetra en su literatura. Así como Rabelais huele a Francia en la Edad Media y Don Quijote a la España de la época, «Ulises» huele al Dublín de mi tiempo […] Huele a Anna Liffey […] un olor no siempre dulce quizá, pero en todo caso inconfundible.

Realidad y abstracción

Reprochar a un escritor que su ora no esté concebida de manera razonable me parece una mala crítica, pues una obra de arte no tiene por objeto relacionarse con los hechos, sino comunicar una emoción. […] De hecho, si observamos las tendencias actuales, da la impresión de que las artes caminan hacia la abstracción de la música. Lo que estoy escribiendo ahora responde a ese propósito; y es que, cuanto más se somete uno a la realidad, menos libertad tiene. Es el espíritu el que rige la realidad, y no al revés.

El  mundo valioso de las emociones

Las emociones han dictado el curso de mi libro y sus detalles. La escritura emocional le permite a uno llegar a lo imprevisible, que vale más que los frutos del método intelectual, pues sus raíces son más profundas. En este método uno lo conecte todo de antemano: cuando se trata, por ejemplo, de describir una casa, uno trata de recordarla con exactitud, y eso, a fin de cuentas, es periodismo. En cambio, el escritor emocionalmente creativo rehace la casa e inventa una imagen valiosa en el único mundo valioso, que es el de las emociones.

Sabatini. Sobre la escritura. JoyceJames JoyceSobre la escritura.

Esta entrada fue publicada en Didáctica literaria, El oficio de creador y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario