Ricardo Piglia

Los padres

La literatura me la dio mi padre, lector como su padre. Y mi madre me dio la narración. La familia de mi madre era muy grande: tenía al que se había ido a África, el estafador, el borracho, el más simpático, la que estaba loca… Había todo un repertorio de historias de personajes que después yo encontraba en otros sitios. Y mi madre tenía una cualidad que siempre he valorado y que creo que es su gran lección: nunca juzgaba a nadie, ¡los consideraba parientes! Si había una asesina en serie, mi madre decía: ‘Bueno, siempre fue un poco nerviosa’… Como si fueran parientes. Un día me dijo: ‘¡Mira, en la Biblia todos eran parientes!’. Me sirvió mucho para adoptar el punto de vista del narrador; trabajar con los personajes como si fueran parientes.

[…] Me entusiasma contar historias que vayan más allá de la experiencia de mis lectores. Y he intentado hacerlo. Me gustan las historias muy cotidianas. Mi pulsión narrativa, lo que hace que me entusiasme y escriba una novela viene de ahí, de lo que sentía escuchando contar a mi madre. Siempre tiene que haber un personaje que esté haciendo cosas que se escapan un poco a mi propio registro. Ese es el registro en el que yo imagino que se mueven los lectores que lo conocen.

 Lecturas

Hubo, claro, lecturas decisivas. Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, por supuesto. Pero una de las lecturas que recuerdo como muy decisivas es el primer libro de cuentos de Ernest Hemingway, el maestro de la elipsis, donde los sentimientos, aunque van por abajo, son fortísimos. Precisamente por eso no se habla de ello nunca directamente… No digo que esos relatos hayan constituido mi modo de ser, para nada, pero sí encontré algo que yo quería hacer y no sabía cómo.

Anécdota

Es la adolescencia. Cortejo a una muchacha bellísima. Ella me pregunta: ‘¿Qué has estado leyendo?’. Le digo que La peste, de Camus. Me la pide. Entonces la arrugo, para que parezca leída, y se la llevo. A partir de ahí empecé a leer sin parar.

Ricardo PigliaRicardo Piglia. Babelia

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