Espacios para la creación

Entorno espartano, sí, pero el ambiente nunca había tenido importancia en cuanto al trabajo se refería, pues el único espacio que ocupas al escribir tus libros es la página que tienes delante de la nariz, y el cuarto en el que estás sentado, las diversas habitaciones en que te has sentado en estos cuarenta años largos, te resultan invisibles cuando mueves la pluma a través de la página del cuaderno o transcribes a máquina lo que has escrito, con la misma máquina que utilizas desde que volviste de Francia en 1974, una Olympia portátil que compraste de segunda mano a un amigo por cuarenta dólares; una reliquia que sigue funcionando, fabricada en Alemania Occidental hace más de medio siglo y que sin duda seguirá prestando buenos servicios mucho tiempo después de que hayas muerto.

Auater Diario de invierno

Paul Auster. Diario de Invierno

Esta entrada fue publicada en El oficio de creador y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario