P.: En su reseña de Cartas al padre Flye de James Agee defiende usted el profesionalismo. Aun así, le molesta tener que escribir para ganarse la vida?
R.: No, siempre he querido escribir o dibujar para ganarme la vida. Creo que dar clases, que es la alternativa de costumbre, realmente lo vacía y lo corrompe a uno. He sido capaz de vivir en gran medida de los géneros más respetables -la poesía, los relatos, la novelas- pero el periodismo que he hecho me ha sido útil. Si tuviera que escribir anuncios de desodorante o etiquetas de botes de kétchup, lo haría. El milagro de convertir intuiciones en pensamientos y pensamientos en palabras y palabras en planchas de metal e imprenta y tinta nunca me aburre. Me interesan los aspectos técnicos de la producción de libros, desde la fuente tipográfica hasta la cola de encuadernar. La distinción entre una cosa bien hecha y otra mal hecha rige en todas partes, en todos los círculos del Paraíso y el Infierno.

Entrevista con John Urdike (“The Paris Review”. 1953-1983)