Con un poco de sueño todavía
ella levanta la persiana
y así se llena
de oro y aire
opalescente el cuenco
de la habitación. Oh mañana,
oh celeste soberbia,
no me abrumes, no me agarres
a la fuerza; no estoy preparada aún-
piensa y a su vez lo musita
a su débil reticencia-
se te opone
la dureza y la sombra
de mi opacidad
que la noche no consumió
y el despertar no disipó.
Por favor, nuevo día,
ven, pero ven despacio,
entra suavemente en la sustancia,
enciéndeme como una lámpara,
entonces seré votiva
como debo y como quiero ser
por ti, por mis semejantes,
por el alma del mundo
que nos conforta, nos ofende
y mucho nos consuela, a nosotros, su parte.
