
‘El jardinero y la muerte’: Gospodínov se despide de su padre en un hermoso y crudo relato sin anestesia
El escritor búlgaro, firme candidato al Nobel, escribió el libro a los pies de la cama del hospital en la que su progenitor agonizaba.Más información: El viaje de Héctor Abad Faciolince al infierno de Ucrania: un «oído defectuoso» le salvó la vida de milagro
Textos
Mi padre era jardinero. Ahora es jardín.
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No sé por dónde empezar. Que este sea el inicio. Estamos hablando de un final, por supuesto, pero ¿dónde empieza el final?
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De niño escogía de la biblioteca solo los libros escritos en primera persona, porque sabía que en ellos el protagonista no iba a morir. Bueno, pues este libro está escrito en primera persona a pesar de que su verdadero protagonista muere.
Por estas latitudes patriarcales solía decirse que cuando los niños lloran no hay nada que temer, pero cuando los adultos lloran, entonces sí hay algo que temer. Pero cuando eres a la vez niño y adulto y acabas de enterarte de que tu padre se está muriendo…
A alimento a mi padre como a un pajarito. Tres uvas para comer, ya estás. Sus huesos también son de pájaro, delgados, afilados, frágiles…
La primera vez que mi padre se moría, y después de haberme confesado que ya no tenía muchas ganas de seguir viviendo (no me di cuenta de que lo decía para consolarme), para devolverle las ganas de vivir, abrí un cuaderno naranja con la idea de apuntar todo aquello por lo que merecía la pena vivir. Fantaseaba con poner allí todo tipo de cosas, empezando por mi hermano y por mí, los nietos, mi madre, el cordero asado con hierbabuena el Día de San Jorge, los primeros ajetes frescos del jardín, los tulipanes holandeses y las campanillas blancas recién brotadas, el silencio al atardecer, el canto de los cucos en primavera, el cerezo en junio y los tomates en julio, ese tipo de cosas… No recuerdo si llegué a apuntar algo ni dónde fue a parar aquel cuaderno. Creo que se quedó vacío.
