La literatura es un juego de convenciones tácitas; infringirlas parcial o absolutamente es una de las muchas felicidades. (de los muchos deberes) de ese juego de límites ignorados. Ejemplo: cada libro es un orbe ideal, pero suele agradarnos que su autor, en el ámbito de unas líneas, lo confunda con la realidad, con el universo.
Todo libro es la traducción de un arquetipo oscuro; todo escritor es un lector, un compilador, un intérprete.
