Lectura: ‘Primavera’, de Ali Smith

Un manifestante en una marcha anti-Brexit, en enero de 2020, en Bruselas. / EFE / M. LÓPEZ-S. LECOCQ

Crítica de ‘Primavera’, de Ali Smith: la esperanza desesperada

En la tercera parte de su cuarteto estacional, Ali Smith funde el discurso de lo íntimo y lo subjetivo con el discurso histórico en un tiempo de Brexit y crisis del mundo

Origen: Crítica de ‘Primavera’, de Ali Smith: la esperanza desesperada


Textos

Sin embargo, al menos por lo que Richard ha leído en la novela y en algunos sitios web, Rilke el hombre le parece un oportunista encantador porque siempre que una dama iba a visitarlo tarde o temprano se plantaba ceremoniosamente delante de ella y le leía un poema. , y luego, cuando se iba, con la misma ceremonia le regalaba, dedicado y copiado de su puño y letra, ese mismo poema que le había leído, de modo que la dama salía de la torre convencida de que Rilke lo había escrito expresamente para ella. En realidad había escrito los poemas unos años antes, y tras su muerte varias damas comprobaron decepcionadas que Rilke los reciclaba, a veces el mismo con varias mujeres.


Paddy mira al gemelo. Una generación de hijos que no tienen ni idea de que van a morir, dice. Mamá, dice el gemelo. Morir es saludable, Dick, dice Paddy. Es un don. Ahora veo a Trump, los veo a todos, los nuevos tiranos del mundo, los líderes de la manada, los racistas, los supremacistas blancos, el incesante parloteo de los nuevos cruzados demagogos, de los matones del mundo, y lo que pienso es: toda esa carne tan firme, demasiado firme. Se derretirá, como la nieve en mayo.


Baja la vista a las vías, a su pulcra simetría. Contempla el terreno que las rodea, las piedras y la hierba alrededor de la pulcritud. Yo también soy escombros, piensa. Solo que de otro tipo. Todo el mundo y todos sus habitantes. Escombros. ¿Entonces no deberíamos tratar mejor el mundo?, le dice su hija imaginaria. ¿Ya que es parte de nosotros? ¿Ya que literalmente estamos hechos de él? Cariño, eres imaginaria, dice Richard. Sí, lo sé, dice ella. No existe, dice él. Y sin embargo aquí estoy. Vete, dice Richard. ¿Cómo?, dice ella. Soy tú. Y entonces aparece el tren. Se acerca. Llega a la estación. Se detiene. Las puertas emiten un pitido.


Menos mal que ahora vivimos en un mundo mejor. Ponte al día, dice la niña Paddy. Suena como su hija imaginaria. Ahora mismo hay niños trabajando en minas, dice, en este minuto exacto, a las 13.04. Y tú lo sabes. Extraen cobalto para todos esos coches ecológicos eléctricos. Ahora mismo hay niños esclavos vestidos con prendas andrajosas de Hello Kitty en talleres clandestinos, dando martillazos a baterías viejas para extraer metales que los envenenan en cuanto los tocan. Hay niños comiendo basura en vertederos. Hay niños de todas las edades rentables como mercancía sexual, que se usan y se filman y se intercambian y se vuelven a filmar mientras el dinero cambia de mano por encima de sus cabezas, ahora mismo, a las 13.04. Miles de niños que no saben dónde están sus padres, si están vivos o muertos, si volverán a verlos, niños encerrados en gelidos almacenes de Estados Unidos. Ahora mismo. En esta época que tú has llamado un mundo mejor. Niños solos por todo el país que llegan hasta aquí cruzando el mundo y que luego desaparecen. Sin olvidar los cientos de millas de niños que han nacido y que viven aquí, que sobreviven a saber cómo, del aire, en una nueva versión de la antigua pobreza británica de siempre.


En el sentido de que pasamos de una invisibilidad a otra. Yo no tenía derechos. Sigo sin tenerlos. Crucé el mundo cargado con el peso del miedo hasta llegar a este país que llamais vuestro. Sigo cargando el peso del miedo. Ahora lo veo así: el miedo es una de mis pertenencias. El miedo siempre será parte de mis pertenencias, esté donde esté, durante el resto de mi vida. Fue una lucha durísima llegar a vuestro país. Y lo primero que hicisteis al verme fue entregarme una carta que decía: Bienvenida a un país donde no eres bienvenida. Ahora eres una persona etiquetada como no bienvenida con la que haremos lo que nos plazca. No importaban las cien batallas que había librado para llegar hasta aquí. Fue el momento más bajo de mi alma. Y entonces comenzó mi batalla de verdad. Pero fui afortunada. Me ayudaron. Hay diferentes formas de ser nadie. Hay diferentes clases de invisibilidad. Algunas son más igualitarias que otras. Hablo, como dicen aquí, de primera mano.

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