Rushdie y el arte de la novela | Letras Libres

Hay un tipo de escritor que parece generar una realidad particular: su vida es casi una novela suya. No es fácil: se requiere una fuerza literaria pero no basta. Tampoco es necesariamente feliz, y de hecho casi nunca lo es. Un ejemplo es Michel Houellebecq: ¿podríamos imaginar a otro novelista que rueda una película porno (tras firmar un contrato), se arrepiente, pone una demanda y declara que se siente una mujer violada? Otro es Salman Rushdie (Bombay, 1947): la fetua, la persecución, su vida y su atentado mezclan la literatura y la historia, la descolonización y la globalización, giros inverosímiles y fatalidad, lo posmoderno y lo medieval, una realidad que no excluye lo increíble y fanatismo religioso: algunos de los temas centrales de sus novelas. En agosto pasado, Rushdie estuvo a punto de ser asesinado en Nueva York, y en los últimos meses se han publicado en español dos libros suyos. El primero, Ciudad Victoria, es una novela que Rushdie entregó poco antes del atentado. Se presenta como la traducción resumida de un poema escrito por “la milagrera, profetisa y poetisa ciega Pampa Kampana” al final de su vida de 247 años, el Jayaparajaya, que cuenta el comienzo, el ascenso y la caída de Bisnaga, la ciudad de la victoria, fundada en el siglo XIV. Es un homenaje a la tradición literaria india, con alusiones y paralelismos con obras como el Ramayana, y el uso abundante y eficaz de un imaginario heredado y de fuentes documentales. A la vez, la sociedad de Bisnaga es pluralista, protofeminista y contraria a toda suerte de fanatismo; los dogmáticos siempre ponen en peligro ese espíritu liberal. La novela es una especie de saga, con enfrentamientos familiares, guerras, exilios y aventuras. Combina el conocimiento de hechos históricos y de la mitología con el anacronismo deliberado y el aparte: pese a su extensión, la novela apuesta por la ligereza; ni el autor ni el narrador toman una posición frívola o escéptica con respecto a lo que cuentan, pero el libro tiene sentido del humor y espíritu lúdico. (Por ejemplo, en los apartes: “Somos de la opinión de que este tipo de pasajes no deben interpretarse literalmente”, dice el narrador que resume; el artificio es cervantino aunque la novela se acerca más a la trama enrevesada y vertiginosa del Persiles que a la ambivalencia irónica y reflexiva del Quijote.) Se trata de un libro que tiene algo de festín: a veces uno puede desorientarse un poco, pero el autor sabe dónde va, y admiran tanto su habilidad como su empuje narrativo. Es una novela sobre contar; en muchas ocasiones esta obra de madurez recuerda el tono y la inventiva de las primeras novelas de su autor, como Hijos de la medianoche o Vergüenza. También tiene algo alegórico: se basa en una civilización que existió de verdad, fabula sobre una rivalidad entre distintas religiones (singularmente hindú y musulmana), muestra una actitud receptiva hacia lo extranjero, retrata las dinámicas de poder y sus abusos, y su defensa del pluralismo se aplica a la historia y el presente de su…

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