porque mi tendencia al pecado me impidió ser santo,
porque en el fútbol siempre fui un patadura,
porque necesito creer que no es tanta la distancia entre el deseo y el mundo,
porque necesito creer que a veces puedo decir lo que quiero decir,
porque necesito creer que hay historias que merecen ser contagiadas,
porque escribiendo devuelvo a los demás lo que de ellos viene,
porque me duele el dolor ajeno,
porque me goza el ajeno placer,
porque me da alegría desenterrar tesoros escondidos,
porque necesito compartir broncas y melancolías, deslumbramientos, descubrimientos,
porque de Sherezade aprendí que un cuento vale un día más de vida,
porque de Onetti aprendí que hay palabras mejores que el silencio,
porque soy caminante, y cada página es un nuevo viaje que empieza,
porque escribiendo no estoy solo,
porque escribiendo hablo al oído de amigos que no conozco
y en ellos me reconozco.
Y porque siendo, como soy, un inútil total, no tengo otra.
