Annie Ernaux cuenta en estas páginas la relación que mantuvo con un hombre más joven que ella. Una experiencia que la hizo volver a ser, durante varios meses, la «chica escandalosa» de su juventud. Un viaje en el tiempo que le permitió atravesar una etapa decisiva en su escritura.
«El hombre joven es una miniatura perfecta que concentra todos sus libros en un gesto proustiano de una belleza sobrecogedora.» Les Inrockuptibles
«Annie Ernaux regresa con esta intensa historia sobre una aventura que mantuvo con un hombre mucho más joven que ella. Espléndido.» Elle Francia
«Nunca te dejes engañar por nada, ni por los demás ni por ti mismo: esta es una de las grandes fortalezas de Annie Ernaux, cuya escritura logra el prodigio de resaltar los aspectos esenciales de una experiencia.» L’Obs
«Esta historia nos asombra por su audacia y por la inteligencia que en ella se manifiesta al contar el ordinario abismo de una historia de amor.» Le Monde des Livres
Contraportada de la edición de Cabaret Voltaire
Textos
A menudo he hecho el amor para obligarme a escribir. Quería encontrar en el cansancio, en el desamparo que le siguen, razones para no aguardar ya nada de la vida. Tenía la esperanza de que el final de la expectativa más imperiosa, la del orgasmo, me hiciera sentir la certeza de que no había goce superior al de la escritura de un libro. Quizá ese deseo de desencadenar la escritura del libro fue el que me condujo a llevar a A. a mi casa a tomar una copa después de cenar en un restaurante donde, por timidez, había permanecido prácticamente mudo. Era casi treinta años más joven que yo.
Me parecía que no me había levantado nunca de la cama, la misma desde mis dieciocho años, pero en lugares distintos, con hombres diferentes e indiscernibles los unos de los otros.
Era el pasado incorporado. Estafa
Con él recordaría todas las edades de la vida, de mi vida.
Mi cuerpo ya no tenía edad. Hacía falta la mirada abiertamente reprobadora de unos clientes a nuestro lado en un restaurante para demostrarlo. Mirada que, lejos de avergonzarme, reforzaba mi determinación a no ocultar mi relación con un hombre «que podría ser mi hijo», cuando cualquier tipo de cincuenta años podía aparecer con la que visiblemente no era su hija sin suscitar ninguna reprobación. Pero yo sabía, mirando a esa pareja madura, que si estaba con un joven de veinticinco años, era para no tener ante mí, continuamente, la cara marcada de un hombre de mi edad, la de mi propio envejecimiento.

Annie Ernaux
